jueves, mayo 22, 2008

Los de siempre

Encontrarse con amigos después de una década no ocurre a diario. Hace dos semanas tuve la oportunidad de salir de pachanga con amigos de colegio que no veía desde antes de sacar DNI (Por si acaso esta servidora jamás tuvo libreta electoral ni siquiera la mecanizada). Fue una salida genial llena de recuerdos, nuevas historias, varias botellas de cerveza, risas y baile.

Durante mi vida he dejado de frecuentar a gente entrañable por diferentes motivos (que no tienen mucho sustento, lo acepto). Conforme uno madura establece nuevos lazos afectivos, pero a la vez va perdiendo contacto con personas que aprecia. El tiempo y la distancia pueden ser factores muy jodidos en una relación, y no sólo en el caso de las parejas, sino también entre amigos y familiares.

“Ingrato/a” es la palabra que utilizamos para referirnos a alguien que ha desaparecido de un momento a otro, a pesar de tantos momentos buenos (y malos) compartidos. Muchas veces he utilizado esa palabra y supongo que también la habrán utilizado conmigo.

“Ingrato” puede ser una palabra muy fuerte, como si el otro en verdad no ha valorado la amistad y el cariño que le ofrecimos. Bueno tal vez estoy exagerando (no sería una novedad) porque en el fondo siempre volvemos la mirada cuando encontramos fotos de antaño o cuando un recuerdo asalta nuestra memoria.

Con algunos amigos me encuentro en el messenger, pero no hay nada mejor que conversar cara a cara y no por medio de una pantalla (que solo sirve para distraernos mientras estamos trabajando) por medio del hi5 puedo conocer un poco de sus vida, saber quiénes se casaron o en qué país están y todavía me falta explorar el facebook.

Aunque mi celular no suena tanto como quisiera, lo entiendo pues tampoco es que esté pendiente de todos mis amigos. He aprendido a que la amistad sobrevive al tiempo sobre todo la que es real, que puedo dejar de ver a alguien por muchos años y cuando lo vuelva a encontrar recibiré un abrazo cálido y seremos los de siempre.


miércoles, mayo 07, 2008

Maldito seas Pizarro (Panchito, no Claudio)

Estoy segura que el nombre influye mucho en la personalidad de todos, así como en el trato de los otros. Sobre ese tema hay muchas teorías que se encuentran en mil y un páginas de Internet. Me gusta cuando los nombres tienen un contexto histórico o representan ciertos tipos de elementos culturales importantes, también los que suenan agradables como si tuvieran música.

Hay muchas personas que odian sus nombres, por culpa de padres irresponsables como diría
el Rojo, que no tuvieron mucho tino al elegir el nombre de sus hijos (Habla Killer!!) Tampoco significa que si alguien lleva un nombre feo o huachafo tenga que aceptar todo un karma negativo porque al final cada quien saca cara ante el mundo como puede, ¿No?

-¿Por qué todos me dicen Marita?, preguntaba el otro día una compañera que decía que sus clientes sin conocerla la llaman así por teléfono.

No a todos les gusta el diminutivo de su nombre, sobretodo cuando somos adultos. A mi no me molesta cuando me nombran utilizando el “ita” pero el “illa” me apesta. De verdad cuando escucho que alguien utiliza mi nombre y lo termina en “illa” no lo soporto. En la época de la conquista del Perú, el indígena conocido como “Felipillo” recibió este nombre de los españoles, quienes lo utilizaron como su chismoso, su contacto con el mundo indígena y desde el principio se trato de una relación de amo-esclavo.

Debe ser por esto que el “illo” e “illa” me suena despectivo, pero en cambio no pienso lo mismo en el caso del “ita” o “ito”. Tiene que existir cariño entre dos personas o más para que esto suceda, como en casa entre familiares, o en otros lugares como el colegio, la universidad donde uno conoce a los amigos.

Alguien me dijo que son huachafos los que usan diminutivos y peor los que exigen que a sus hijos los llamen del mismo modo, que por algo todos tienen un nombre que se escribe de una manera y que solo en el Perú teníamos esas costumbres.

Creo que para usar el nombre de otra persona en diminutivo tiene que existir por lo menos algo simpatía. Hacerlo forzado para caer bien no tiene gracia y pedir que te llamen en diminutivo no tiene nombre.