miércoles, junio 11, 2008

Reflexiones veintisieteañeras (I)

No le tengo miedo a la muerte, tampoco a envejecer. Lo que me preocupa es caer enferma terriblemente y no poder cubrir los gastos, que mis seres queridos se tengan que endeudar para que pueda recuperarme en el mejor de los casos o al menos para vivir mis últimos días con el menor sufrimiento posible.

Lo peor de todo es el gasto que se puede generar, ese desbalance económico llega a perjudicarnos aún más que la misma enfermedad. De hecho que duele ver a un ser querido sufriendo, pero la persona que está enferma se siente peor porque no puede hace nada solo esperar a que el tratamiento funcione, mientras que los familiares alrededor hacen malabares por conseguir los recursos. En mi familia lo vivimos cuando mi abuelo le dio una hemiplejía y una situación así no se la deseo a nadie.

Últimamente he pensado en mil formas de cuidar mi salud, desde dejar el cigarro hasta obtener un seguro oncológico. Eso de los seguros no es barato, podría hacer un esfuerzo pero por el momento he decidido empezar por lo más simple: dejar de fumar. No soy una fumadora empedernida pero cuando voy a reuniones siento la necesidad de tener siempre un cigarro prendido, lo apago algunas veces cuando voy a bailar pero muy pocas últimamente. Comencé hace dos domingos y en total llevo 10 días sin fumar. Me había acostumbrado a tener un “pucho break” por las tardes en el trabajo pero decidí que ya no más.

A la vez me gustaría que mis seres queridos se cuidaran más. Conforme pasan los años, el cuerpo ya no responde igual y a veces a las personas mayores de 50 les cuesta comprender que tienen que bajar el ritmo y tomar más precauciones.

Mi abuela trabajó incansablemente vendiendo anticuchos hasta hace unos tres o cuatro años, ahora solo se dedica a cuidar su casa y a sus inquilinos (pollos, gallos, gallinas y cuyes). Ella tiene una desviación severa en la columna porque tuvo/tiene la costumbre de llevar bultos al hombro, costumbre que tienen la mayoría de las personas que crecieron en el campo. También como estuvo expuesta al humo de los anticuchos por más de treinta años le ocasionó una complicación a los pulmones y al corazón, que le trajo como consecuencia fuertes mareos y dolores de cabeza. Parece que la desviación de la columna más el humo que aspiró por todo ese período hace que uno de sus pulmones y la mitad de su corazón trabajen más que sus contrapartes y por ese motivo la circulación del oxígeno al cerebro no es buena.

Por otro lado mi madre debido a la osteoporosis avanzada y a la artrosis leve que le detectaron tiene que tomar medicamentos y suplementos para sobrellevar ambas enfermedades óseas y evitar que avancen. Lastimosamente no existe una cura para que este tipo de males desaparezcan, solo le queda cuidarse muy bien para evitar fracturas y lesiones. Lo bueno es que ella sabe que tiene que cuidarse muy bien para tratar de evitar los achaques que tiene mi abuela.

No soy hipocondríaca, por lo general gozo de buena salud pero últimamente me he detenido a pensar en el futuro. Mantenerse saludable física y mentalmente es primordial, creo que lo demás puede faltar pero nada es más preciado que estar sano. La información es una herramienta con la que contamos todos y puede ser un buen comienzo para cuidarse un poco para no arrepentirse mañana.