miércoles, julio 16, 2008

Muñeco de Torta

Hace un año en el cumple de una amiga conocí a un chico, del cual su nombre no recuerdo, guapo, alto y buena gente. Vestido de manera clásica: camisa, chompita, pantalón de dril y mocasines, llevaba un corte de cabello igual de clásico y se le notaba ordenado y pulcro. Era un Kent salido de su caja, muy amable y educado, sabía en que momento reírse de los chistes, aunque no contaba ni uno.

Él estaba solo en la reunión al igual que yo, así que bailamos varias canciones esa noche. Me cayó bien pero no recuerdo de qué hablamos, solo que siempre estaba sonriente mostrando una sonrisa blanca sensodyne. No cabe duda que si se lo presentaba a mi mamá lo iba a adorar y estaría muy orgullosa por mi elección, pero a mi no me atrajo ni un poco. Lo único que me provocó fue mucha ternura y ganas de protegerlo por ser una especie en extinción.

Así fue como nació mi teoría del chico chompita, ese hombre que a simple vista se ve perfecto, que de hecho tiene un trabajo con todos los beneficios, fue aplicado en el cole, en la universidad y hasta en el doctorado. Es mesurado, no perdería los papeles por unas copas, no te va a contar chistes rojos ni hablará en doble sentido y peor aun no conoce mucha jerga. Un chompita por lo general ha estudiado algo que tiene que ver con la economía, psicología o contabilidad. Ojo, no es un nerd, tampoco un geek sino un chico con buenas maneras y responsable, un caballero a la antigua.

Él no llegará tarde a recoger a su chica porque siempre llega temprano a todos lados, sobretodo cuando queda con su mamá o con la mamá de su enamorada. De su tipo abundan en las series de televisión y en el cine, sobretodo en los chick flicks. Como aquel maestro que encandiló a Drew Barrymore en “Jamás Besada” o el personaje de Ross en la primera temporada de “Friends” o el esposo de Dharma, Greg. Sí, más de una vez al salir del cine o al apagar la tele he dicho que me gustaría toparme con un chico chompita, pero sé que lo que pasa en el cine, por lo general no pasa en la realidad. En la vida real, creo que me aburriría un poco con un chompita de enamorado.

Por lo general es el sueño de una chica romántica y tradicional, de las que tienen planes de matrimonio antes de los treinta y piensa tener hijitos (A lo Susanita) de todas maneras antes de esa edad. Aunque hay niñas buenas que tampoco quieren un chompita, al menos en los veinte. Hasta Candy le huye a los chompitas, el primer amor de este personaje de anime era Anthony, todo un chompita pero al final se templó de Terry, aunque no sé quedó con él.

Hay mayores de treinta, las mamás por lo general al no tener un chompita de esposo, tratan de criar a su hijo como tal y al parecer hay quienes le achuntan al objetivo. Lo he visto en vivo y en directo ¡¡ Da miedo!! Porque no hay mayor orgullo para una madre que sus amigas alaben lo educado, responsable y formalito que es su hijo chompita, sobretodo si se conduce por la senda del bien a través del los años.

Como todo en esta vida en la variedad está el gusto, las personas pasamos por tantas experiencias que a través de los años vamos cambiando, para bien o para mal, nuestra apariencia, costumbres y gustos. Hay rebeldes que se vuelven chompitas o viceversa, en el fondo uno escoge a sus amigos y pareja más que por un molde por química, si eso viene acompañado o no de cosas en común es lo de menos. Conozco parejas y amigos que se parecen mucho y se llevan excelente, al igual que otros que tienen ideas y costumbres distintas.

viernes, julio 04, 2008

Un poco de memorex de vez en cuando ( la ubicaina tampoco cae mal)

Las palabras “olvido” y “recuerdo” rondan mi cabeza estos últimos días. Soy una distraída con buena memoria, aunque no parezca el termino adecuado, estos adjetivos a la par me identifican bastante bien.

Tengo facilidad para recordar caras, nombres, títulos de películas, números de teléfonos y fechas, ya antes comenté sobre esto en otro post, pero a la vez tengo la costumbre de olvidar llevar en mi cartera cosas necesarias como llaves, documentos, celular, entre otros accesorios que dejo “reposar” en cualquier lugar de mi casa.

Pierdo llaves de manera olímpica, al menos unas 6 copias en el último año. Hace como dos meses tuve que hacer un viaje casi interprovincial a la casa de mi tía por una copia que ella guardaba, para colmo de males ella había salido y tuve que irrumpir en su habitación cual ladrón para conseguir mi maldita copia que un mes después perdí nosécómo pachangueando en una boda. (Aviso de último minuto, no la perdí, la dejé dormir el sueño de los justos en la guantera del auto, el señor que lava el carro la encontró)

Lo más estúpido pasó la semana pasada. Estaba en un taxi con mi jefa llegando a una comisión de trabajo, me tocaba pagar el taxi y en una mano tenía cuatro moneditas de dos soles, que nosécómo desparecieron segundos antes de bajar del taxi. Todavía sentadas en el asiento trasero, se me ocurrió sacar un billete y le pagué al taxista, y volví a revisar en que parte del asiento había soltado mis moneditas. Mientras revisaba dejé mi billetera a un lado, no dentro de mi cartera. Al final encontré las moneditas en el bolsillo de mi saco y bajé con mi jefa del taxi.

Apenas arrancó el vehículo, recordé que ya no tenía la billetera en la mano y menos en mi cartera. Estaba muy molesta por esta y por mil cojudeces que paso por andar distraída.

En cambio, a pesar de ser distraída hay situaciones que no olvido, lo descubrí en un encuentro espontáneo con alguien que había sido mi amiga. Nos dejamos de frecuentar por una situación incómoda que inauguró el comienzo de varios eventos nada agradables. Sentí que me falló y se lo dije, pasó más de un año sin saber de ella y solo la veía conectada en el msm.

Hace una semana nos vimos y recordé con lujo de detalles la anterior ocasión que hablamos. Esta vez ella estaba cariñosa como siempre pero yo no podía actuar como si nada hubiese pasado. Me comporté educada pero nada más.


Solo sé que a ella le fue mejor que a otra amiga en común, que estuvo involucrada en la misma situación. Con la segunda no me pude contener.

A ella no le había dicho nada porque no nos vimos las caras hasta tres meses después en un taller en el que coincidimos, como seguía defraudada preferí comportarme fría e indiferente para que comprendiera mi molestia.

Lo malo fue que un mes después volvimos a encontrarnos en una boda y ella vino con todo el cariño del mundo a saludarme y no pude soportarlo, en varios microsegundos quise decirle “Oye flaca, tú estás con roche y vienes como si nada, no te pases. No te atrevas” pero ya me tenía abrazada, parecía que estaba felicitando a la novia.

Fue demasiado incómodo y respondí mal, la palmoteé lo más fuerte que pude, tanto que las dos personas que estaban a mi costado se asustaron. No dije nada más, allí quedo todo y supongo que no hay marcha atrás.

¿Rencorosa? Sí ¿Por qué, no? Estoy en mi derecho. No soy una santa, pero trato de ser honesta con mis amigos y cuando la cago, lo acepto, y si no me doy cuenta espero que alguien me lo haga notar. A veces el tiempo y la distancia no sirven de nada, si uno no dijo todo en el momento del problema. Sé que hay situaciones que deben madurarse y que los amigos se equivocan, pero no hablar por temor y dejar que pasen los meses, muestra mucho desinterés hacia a la otra persona y da cabida a especulaciones.