Dejar tu país no es fácil, no importa las circunstancias en las que salgas ni tampoco las motivaciones. Una vez que tienes el pasaje en tus manos y sin retorno programado como es mi caso, te das cuenta que no hay marcha atrás: la aventura ha comenzado.
Después de un mes de constantes juergas y reuniones, me subí a un avión peor que el cocharcas, dispuesta a cruzar el charco. Madrid, fue mi primera parada. Allí estuve 10 días, conociendo un poco la ciudad y rastreando amigos que no veía en algunos casos desde hace varios años. La aventura madrileña se me pasó volando, disfruté mucho del metro, de fotografiar una ciudad cosmopolita con miles de lugares por conocer y beber cañas en los bares.
Un martes después de pasar por dos aeropuertos, beber el té helado más caro de mi vida y comerme un pancho con una mostaza tan picante como el wasabi, llegué a la isla de Menorca.
¿Qué sabía yo de Menorca? Sabía que era la hermana menor de Mallorca, que a los ingleses y alemanes les encanta para vacacionar en familia pero mi mayor motivación era conocer el lugar que albergaba a mi madre desde hace casi una década. Santo Tomás, es la playa donde queda el hotel donde trabaja mi madre y allí llegué hace más de tres semanas.
Hay muchas cosas que han cambiado en vida con este viaje, cambios que iré contando poco a poco.
Alojamiento: Después de casi 6 años de vivir a mis anchas, ahora vivo a mis "angostas". Mi intimidad acabó, ahora vivo en como en el Gran Hermano compartiendo la vivienda con tres personas más dos peluches y una laptop, esta última es la niña de mis ojos y mi ventana a Lima. En esta parte del hotel hay tres mauritanios, una pareja de dominicanos, un par españoles y siete peruanos. Este será mi vecindario por lo menos hasta agosto.
Amigos: Al final decidí caer en las garras del facebook, twitter y otros nuevos tecnohueveos. Tan sacrificada yo, me flagelo a diario dejando comentarios, publicando fotos, jugando Mafia Wars y respondiendo mil y un test. Para mi es una prioridad no perder contacto con la gente que quiero por eso un día antes de llegar a Menorca, corrí al Corte Inglés a comprarme una laptop. Ahora la tengo a ella, a mi querida HP para llenar mis espacios de ocio.
Comida: Durante la semana mi mamá trata de preparar una o dos veces comida peruana. Aprecio su esfuerzo, pero es una pena porque no sabe igual. No sé si son los ingredientes o el contexto. La comida me sabe totalmente diferente, son otros sabores y texturas. No puedo engañar a mi paladar, aunque a mi estómago sí.
En la playa donde vivo, hay por lo menos unos 5 restaurantes y un par cafés. Venden platos a base de pescados y mariscos pero la carta no me provoca. No siento ese olor rico que sale de las cebicherias en Perú. La paella no está mal y el gazpacho tampoco pero hasta ahora no he comido algo que impresione mis sentidos. Eso sí, la pastelería en Menorca es muy buena, hay ricos bollos rellenos, ensaimadas y hojaldres.
Transporte: Hay 5 horarios en los que puedo movilizarme en bus a otras ciudades como Ciudatella y Mahón. La hora es la hora y si te pasas un minuto, tienes que esperar dos horas para el próximo bus. Por lo general es mejor salir en el primer bus para poder aprovechar la mañana porque a las 2 p.m. todo cierra a excepción del supermercado y algunos restaurantes, se tiene que esperar hasta las 5 p.m. para que vuelva la vida y la bulla. Después de las 7 p.m. no encuentro bus, me jode porque a esa hora hay películas buenas en el cine de Mahón. La gente que no tiene movilidad propia hace autostop, pero yo todavía no tengo muchos conocidos y no me atrevo.
Entretenimiento: Las playas son maravillosas. El mar es un gran piscina transparente donde resfrescarse. No es tan caliente como me temía, está en su punto perfecto. La arena no se pega, con una sacudida rapidamente abandona la piel. Hay que avanzar muy adentro para que el agua te llegue a la altura de la cintura. Tengo el mar a unos cuantos metros, pero nadie se explica porque este año hay poca arena en Santo Tomás por eso que camino siempre en dirección a Binigaus (a la derecha) o Son Bou (al lado contrario). Me gustan ambas playas porque no están cerca a los hoteles, allí si me siento a gusto en el Mediterráneo.
Extravagancias: Al principio me costó acostumbrarme a ver tantos desnudos en las playas, sobretodo sextagenarios, pero ahora no me importa. Voy tranquila con mi ropa bien puesta a disfrutar del mar.
Cultura: Como todavía no me engancho con la tele española, me estoy acompañado de varios libros de Paul Auster, Wei Hu y Calvin and Hobbes. Saqué mi carné de biblioteca en Mahón y me prestan todos los libros que quiero, además de pelas y revistas.
No quiero escribir un testamento, por el momento lo dejaré allí. Bien dice la canción "Time goes by" y sé que después de esta aventura Lima estará esperándome como siempre.