jueves, abril 29, 2010

El retorno ( Primera parte)

Intrigada persigo a la novia que aparece en mi casa sin invitación, ni velo ni bouquet. La muy traviesa sabe que la quiero alcanzar y cambia constantemente de habitación, yo, como no soy ágil, hago el mayor esfuerzo para no perderla de vista.

Mi casa de un momento a otro desaparece y he dejado de buscar a la novia. Me encuentro sentada con el cinturón bien puesto que impide que escape del pájaro de metal en el que me encuentro prisionera. Una voz anuncia que en un parpadeo llegaré a mi destino, me cuesta creerle porque el tiempo comparte un asiento a mi lado, y está transformado en una anciana de 85 años.

Esta señora me dice que doce horas son nada para todo lo que me espera. No puedo evitar sentir angustia al escuchar su voz pausada, sé que las horas se me harán eternas en su compañía.

Hoy estoy de suerte, Morfeo aparece empujando un carrito de bebidas y snacks. Me guiña el ojo con descaro y me entrega un par de caramelos. Pienso "¿Si me como el caramelo rojo aparecerá la novia de nuevo? ¡Dios, me gustaría verla de nuevo! ¿Y si el otro caramelo me despierta de este sueño inquietante y raro?". Lo único que sé es que no comeré ambos a la vez. Un caramelo, solo uno para averiguar qué pasa.

Ni bien saboreo la golosina, logro relajarme algo, y poco a poco olvido que estoy obligada a permanecer sentada al lado de la vieja. En cambio, comienzo a flotar al compás de una música de fondo, me siento tan liviana que me atrevo a realizar piruetas circenses sin miedo ni trampolín de segurindad.

Los trocitos de caramelo ya no están en mi boca pero el sabor dulce y placentero aún recorre mis papilas gustativas. Quisiera extender esa sensación lo más posible, pero es inútil alargar el placer porque una vez alcanzado el clímax solo viene el descenso."Por lo menos me gustaría volver a la superficie con delicadeza" pero al ave metalizada poco le importa mis deseos y de un sacudón caigo al suelo de golpe.

Fuera de las entrañas del pájaro, encuentro al hombre cangrejo, quien me da la bienvenida a la ciudad y se ofrece a llevarme a un lugar querido y añorado. Noto que él no ha cambiado, lo que tenemos la suerte de conocerlo sabemos que a su manera busca darle un sentido a su vida. Me acomodo sobre su caparazón y vamos recorriendo las calles con memoria que no tardan en reconocerme.

Mi guía se detiene frente a un árbol enorme y frondoso, me dice que ahora tenemos que subir por separado hasta la copa. Yo reniego porque esta muy alto y no se me antoja esforzarme una pizca. Él insiste y promete que en lo alto del árbol recibiré una sorpresa. La curiosidad puede más que mi pereza, así que acepto emprender la marcha en silencio para no cansarme tan pronto.

Mientras voy subiendo, disfruto de la vista panorámica de una caótica ciudad; veo casas, edificios, santuarios, plazas, barrios completos; escucho el concierto estridente de una ciudad con vida que no teme a la sinfonía hilarante que producen cerca de 10 millones de individuos.


http://www.youtube.com/watch?v=4yRYODHUUNk