Me considero alguien que no deja pasar las oportunidades, pero para ciertas experiencias necesito estar preparada lo suficiente (Hasta para ver una película). Ocurrió que ambas premisas se dieron al mismo tiempo como
el querer y el poder ver a mi padre. (Mayor información de
mis daddy issues). Después de diez años tomé la decisión de volver a verlo porque he considerado que si podía dejar que tanto incomprendido, confundido e insensato se acerque a mi vida en los últimos años quizás, sería tiempo de darle cabida al primer incomprendido, confundido e insensato del que tuve noticia: mi padre.
Le comenté el tema a tres amigos, y dicho trío en diferentes oportunidades dijo que tenga cautela, que si lograba dar con su paradero vaya sin pretensiones. Yo solo tenía la certeza de querer observarlo unos minutos y tal vez escucharlo un poco atentamente. No lo hacia por él, lo hacía por mi. Quería observarme y escucharme atentamente. Y me conozco: soy más corazón que seso, y de cautela pues me lanzo a la piscina con todo y tiburones de por medio.
Gracias a uno de mis camaradas más leales conseguí su dirección por canal estatal, después un cuarto amigo me prestó algo de dinero (Esa semana no tenía presupuesto porque todavía no había cobrado) y finalmente el mensaje de texto del aquel
clandestino terminó de darme el empujoncito necesario. Esa patadita que hasta las más audaces necesitamos.
Después de dos combis, a lata por cinco manzanas y en taximoto por otras dos, di con la dirección. Además de comprobar que es muy cierto ese refrán "Preguntando se llega a Roma", sumado a suspicacia femenina, porque nadie lo conocía por nombre y apellido, me permitió estar frente a su puerta aquella tarde de domingo.
Lo que no esperaba es que el reencuentro con mi padre, me llevaría a conocer a una prima quincuagenaría pero esa ya es otra historia.
Pues le di la sorpresa más grande de su vida, se alegró, no podía mirarme a los ojos, salvo de rato en rato, estaba mu tenso como aquellos muñecos disfrazados (En vez de globos me convido de sus cigarros) con la sonrisa congelada. ¿Incómodo? Sí pero a la vez contento y nervioso, fumó (fumamos) como locos y pude contarle gran parte de mi travesía a pie (y a combi) de la última década. Me alegró verlo, aunque con más canas y algo desmemoriado, pero sobretodo estuve satisfecha de conseguir lo que me propuse.
Ahora aun queda pan por rebanar con él y con los de su género, y es en la segunda vez cuando realmente tomo la cautela y la distancia. Hoy lo veré, pensé que iría acompañada, no tengo muchas ganas esta mañana pero lo haré porque tal vez tenga más pistas para descifrar(me) a qué venía estas ganas de acercarme a él. Si hay algo más.