jueves, febrero 22, 2007

¿A quién quieres más nena, a tu papá o a tu mamá?


Mafalda odia que le pregunten ¿A quién quieres más nena, a tu papá o a tu mamá? Para mi esta pregunta es fácil de responder, quiero más a mi mamá porque siempre me ha demostrado un gran ejemplo de fortaleza. Cuando la empresa donde trabajó por más de dieciocho años tuvo que declararse en bancarrota, ella buscó otras formas para sacarnos adelante. Durante un tiempo cruzó la frontera con parte de su liquidación para traer artefactos de contrabando como televisores, videograbadoras y equipos de sonido para venderlos en Polvos Azules. Más adelante se enrumbó hacia a Chile con el sueño del negocio propio y adquirió una combi, que terminó rematando un par de años después porque debido a su inexperiencia los choferes que contrató le dejaron muchas multas por pagar y un vehículo que apenas podía sostenerse en cuatro ruedas. Al ver que los recursos se agotaban, tomó la decisión de vender nuestra casa y entró a otros negocios sin éxito. Incluso dejó de lado su orgullo y volvió a vender anticuchos en la misma esquina a donde iba a ayudar a mi abuela cuando solo tenía 12 años. Llegó un momento en que sintió que a pesar de todo su esfuerzo en nuestro país no iba a conseguir una mejor remuneración y no quería conformarse con una vida austera, ni que su hija viviera los sacrificios que pasó ella en su adolescencia. Por esta razón, no le importó dejar su hogar e inmigró al extranjero, ya antes lo había hecho por unos cuantos meses a Argentina, pero está vez su brújula apuntaba hacia Europa. Venció el dolor que trae consigo el trabajo físico y aprendió a ser una magnífica empleada del hogar. Luego como camarera de hotel superó todas las expectativas de sus jefes y sus compañeros. En la actualidad a sus 55 años de edad continúa en el mismo trabajo, con el sueldo que siempre quiso, apoya económicamente a su familia desde la distancia y viene cada año de vacaciones a su país para pasar un tiempo con su madre y su hija. A pesar de que ya no es tan joven, a todos nos queda claro que mientras le queden fuerzas seguirá con la misma rutina, porque ella es así y su trabajo refleja lo que ella es, una mujer con bastante empuje.

En cambio, hablar de mi padre no es muy sencillo, si quiero ser honesta lo conozco muy poco. A los tres años, mi mamá me llevaba a encontrarme con él al centro de Lima y salíamos a pasear, al teatro, al museo y a los juegos mecánicos. A qué niño no le va a gustar salir con alguien a divertirse. La primera vez que conviví con mi padre tenía seis años, su madre había muerto y mi mamá decidió darle la oportunidad de vivir con nosotras. Para mi fue demasiado extraño ver a un hombre en mi casa, y que encima quería dormir conmigo, creo que me pidieron demasiado. Me sentí muy incómoda, estaba acostumbrada a dormir con mi mamá y ahora él estaba ocupando mi espacio en la cama. No quería ni sentir su cuerpo rozándome porque a solo unos centímetros me sentí sofocada por su alta temperatura corporal. El pobre trataba de mitigar mi incomodidad leyéndome “El Principito” y recuerdo a mi mamá pidiendo que por favor durmiera con él. Creo que de tanto ir y venir por toda la casa terminé dormida en el sillón. La convivencia con él no duró más de dos años, él perdió su empleo y al parecer quería que mi madre deje el suyo para empezar algo juntos, mi madre no quiso perder su independencia ni el puesto que tanta satisfacción le daba, y para mi fue siempre un extranjero de costumbres raras que no le gustaba la forma en que me había criado.

Él tomó como suya la tarea para que yo aprendiera tres palabras del diccionario por día. No era fácil, era demasiada presión ir al colegio, hacer mis tareas y además esforzarme para hacerlo feliz. No soportaba cuando me iba a recoger al colegio con short deportivo, medias de vestir y mocasines. Una tarde llegué a casa y no estaba. De mi no se despidió, pero ese día la tranquilidad recuperó su lugar.

Lo dejé de ver por seis años. En ese lapso supe que tenía una hermana mayor y que mi papá sólo la había visto una vez porque la mamá de ella no quería que tuvieran ningún contacto. Llegando al extremo de no haberle puesto su apellido. No podía imaginar qué año habría causado a esa señora para llevarla a tomar esa decisión.

Mi mamá lo buscó para pedirle que firmara un permiso para un viaje que íbamos a hacer al extranjero y como él se mostró muy solidario, ella decidió que sería bueno que lo vaya a visitar. Nos reunimos varias veces en su casa, conversamos de muchas cosas que teníamos en común, nuestra afición por la literatura, el arte y el cine, cada vez que iba me regalaba libros de su colección. Con el tiempo me empezó a caer mejor, por eso no dudé cuando mi mamá después de vender nuestra casa me consultó para mudarnos a la de él. La casa que heredó era muy grande y nos ofreció una parte para instalarnos.

Nuestra relación al principio parecía que iba a funcionar, cada quien tenía su espacio y lo invitamos a compartir la mesa con nosotras. Mi mamá invirtió en refaccionar la otra mitad de su casa porque pensaba que se podía poner en alquiler. Los problemas empezaron cuando él se dio cuenta que mi mamá solo quería un socio y no una pareja, así que decidió que la casa no se iba alquilar para nada y que si mi mamá quería su inversión de regreso, iba a poner su casa en venta y apenas apareciera un comprador, le iba a devolver lo que ella invirtió. Ella estaba defraudada pero no tenía otra alternativa. Me cuesta admitirlo pero ella también tuvo parte de la culpa esta vez, al volver a casa de su esposo era como dejar una puerta abierta para la reconciliación, pero mi mamá solo quería que su dinero empezara a dar frutos de una u otra manera, mientras él quería una familia de verdad.

Así pasó un año, por suerte la casa era espaciosa y ellos casi ni se cruzaban pero mi madre sabía que él siempre estaba merodeando en su cocina y en nuestras habitaciones, por algo era su casa no la de ella. Yo pasé ese año más preocupada en mí que en ellos, estaba en quinto de secundaria y tenía mi primer enamorado. Claro que a veces me sentía mal por ella que se veía impotente con ganas de irse para no volver a verlo. La casa no se vendió ese año, pero mi madre no pudo soportar más y decidió que era tiempo de alejarnos de allí.

A los dieciocho años lo volví a ver, ya había vendido su casa y estaba dispuesto a saldar la deuda que tenía con mi madre, incluso a apoyarme con un dinero mensualmente. La verdad que le creí de nuevo, pensé que esta vez podíamos ser amigos y con el tiempo tener una relación normal de padre e hija. Pasó un mes de aquella promesa y lo llamé porque en unos días se vencía la boleta de la universidad. Nunca pensé que nuestra relación acabaría por teléfono. Me increpó lo mucho que me parecía a mi madre, que sólo vivía pendiente de él por su dinero, que era un réplica exacta de ella y que él no iba ser tan tonto para dejarse engatusar dos veces, y por último me colgó, otra vez sin despedirse. Desahogó todo lo que tenía guardado por muchos años. Es impetuoso como yo y tenía que botar toda la desilusión que sentía.

Lástima que nunca se le ocurrió que yo podía perdonarlo, sin dinero y sin nada de por medio. Comprenderlo por ser como es, porque en el fondo eso queremos todos, no sentirnos atados, ni obligados a ser de una forma para que los demás nos quieran.

8 comentarios:

Como un burro amarrado... dijo...

Vaya...no sabes cuán parecida es tú historia a la mía...me dejaste sin palabras, no espera...Yo también me quedo con mi mamita, a quien no veo hace más de un año.

Mafa dijo...

Así que coincidimos en historias? Interesante... Nuestra mamás son lo máximo!!!Gracias por el comment.

Bichita dijo...

Pues yo tb admiro mucho a tu mami. Una persona muy luchadora, que te quiere mucho, muy trabajadora. Me acuerdo de los anticuchos, de cuando tu mamá se fue a España tb. Yo tb me quedo con mi mama, chocatela =)

Mafa dijo...

Chócatela bichita!!!

Acitsonga dijo...

Los padres se equivocan mucho, cometen N errores mientras aprenden sobre la marcha el dificil rol de la paternidad. Alguien dijo que habia que quererlos a pesar de lo que hagan porque al fin y al cabo son nuestros progenitores. No estoy de acuerdo.
El cariño, el respeto, la complicidad con los hijos se ganan con el dia a dia, no son derechos intrinsecos que se obtienen con la sola presencia.
Por lo que cuentas tu padre por lo menos hizo el intento, tal vez no todos los que eran necesarios pero ya esta en ti darle las oportunidades que necesite para resarcirse contigo.
El rencor es el peor lastre que podemos arrastrar en la vida, veo a mi medio hermano que aun a sus 45 años vive renegando de su padre y alimentando fantasmas del pasado.
Ojala eso no te pase a ti.
Abrazo

Mafa dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mafa dijo...

Estimada Charo: A veces siento que en mi vida hay un espacio vacío que nunca se pudo llenar. Una nostalgia de algo que no conocí. A él no le guardo rencor, pero si estoy segura que en toda esta historia él perdió más que yo. Un abrazo y gracias por tus palabras

Imberbe_Muchacho dijo...

leer los dos post me dio mucha mas perspectiva. yo gracias a Dios si creci al lado de mi mama y mi papa y hasta el dia de hoy se aman. Creo que no es lo mismo que le ofrezco a Osito, pero al menos licho para que no sea tan duro